Minuta Agropecuaria.-
El informe Más gente, más alimentos, ¿peor agua? Un examen mundial de la contaminación del agua de la agricultura, presentado por la FAO y el Instituto Internacional para el Manejo del Agua (IVMI) durante una conferencia en Tayikistán, advierte que en muchos países, la mayor fuente de contaminación del agua es la agricultura -no las ciudades o la industria-, mientras que, a nivel mundial, el contaminante químico más común en los acuíferos subterráneos son los nitratos procedentes de la actividad agrícola
Es así que, alertan que la contaminación del agua por prácticas agrícolas insostenibles es una grave amenaza para la salud humana y los ecosistemas del planeta.
“La agricultura es el mayor productor de aguas residuales, por volumen, y el ganado genera muchas más excreciones que los humanos. A medida que se ha intensificado el uso de la tierra, los países han aumentado enormemente el uso de pesticidas sintéticos, fertilizantes y otros insumos”, señalan Eduardo Mansur, Director de la División de Tierras y Aguas de la FAO, y Claudia Sadoff, Directora General del IWMI, en su introducción al informe.
“Si bien estos insumos –añaden- han ayudado a impulsar la producción alimentaria, también han dado lugar a amenazas ambientales, así como a posibles problemas de salud humana”.
Formas para mitigar la presión sobre los ecosistemas acuáticos y rurales
Los contaminantes agrícolas más preocupantes para la salud humana son los patógenos del ganado, plaguicidas, nitratos en las aguas subterráneas, oligoelementos metálicos y los contaminantes emergentes, incluidos los antibióticos y los genes resistentes a los antibióticos excretados por el ganado.
La forma más eficaz de mitigar la presión sobre los ecosistemas acuáticos y rurales es limitar la emisión de contaminantes en el origen, o interceptarlos antes de que lleguen a los ecosistemas vulnerables. Una vez fuera de las explotaciones, los costes de reparación aumentan progresivamente.
Una forma de hacerlo es desarrollar políticas e incentivos que alienten a las personas a adoptar dietas más sostenibles y limitar los aumentos en la demanda de alimentos con gran huella ambiental, por ejemplo, a través de impuestos y subsidios.
A nivel del consumidor, puede resultar útil reducir el desperdicio de alimentos. Un estudio incluido en el informe estima que la contaminación por nitrógeno a partir del desperdicio de alimentos suma hasta 6,3 teragramos por año.
Los instrumentos normativos “tradicionales” seguirán siendo también una herramienta clave para reducir los productos contaminantes agrícolas. Estos incluyen estándares de calidad del agua; permisos de vertido de contaminantes; mejores prácticas obligatorias; evaluaciones de impacto ambiental para ciertas actividades agrícolas; zonas tampón alrededor de las explotaciones; restricciones a las prácticas agrícolas o la ubicación de las granjas; y límites en la comercialización y venta de productos peligrosos.
A nivel de las granjas, existen diversas mejores prácticas que pueden reducir la emisión de contaminantes a los ecosistemas circundantes, por ejemplo: minimizar el uso de fertilizantes y pesticidas, establecer zonas de amortiguación lo largo de los cursos de agua y los lindes de las granjas, o mejorar las instalaciones de control del drenaje.
Otra herramienta útil es el manejo integrado de plagas, que combina el uso estratégico de variedades agrícolas resistentes a plagas con la rotación de cultivos y la introducción de depredadores naturales de las plagas más comunes.
En las actividades ganaderas, se necesitan técnicas tradicionales como la restauración de pastizales degradados y una mejor gestión de la alimentación de los animales, de los aditivos para los piensos y las medicinas, mientras que también se debería hacer más con las nuevas técnicas y tecnologías de reciclaje de nutrientes, como biodigestores de los residuos agrícolas.
Fuente: FAO