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Fernando Camino Peñalver
@fernandocaminop

Ya se iniciaron las labores de siembra del ciclo de “invierno” de este año. Como lo han venido denunciando los gremios del sector, si en 2017 solo logramos producir un 20% de la demanda de productos agrícolas, este año será peor para la producción y la productividad de los cultivos que a duras penas en este ciclo se logren sembrar.

La desenfrenada caída de la producción de alimentos en nuestro país, se ha producido como consecuencia de la obstinación del régimen de acabar con la producción nacional. El resultado ha sido la ruina de toda la cadena de la producción agroalimentaria, diezmada por la inseguridad jurídica, el irrespeto a la propiedad privada, los controles de precio y de la comercialización. Por supuesto, quien ha pagado los “platos rotos” de este desastre, ha sido más del noventa por ciento de nuestra población que está sufriendo la escasez y la carestía de los alimentos.

Los capitanes del régimen en su equivocado afán de aplicar un modelo económico basado en una ideología obsoleta, piensan que se puede sustituir a la empresa privada por empresas de producción socialistas. Las empresas socialistas no han funcionado con éxito en ninguna parte del mundo, mucho menos en nuestro país donde han sido pasto de una desmedida avidez lucrativa personal y de manejos nada apegados a la ética y a la capacidad gerencial.

La incertidumbre que pesa sobre los productores, presagia un desenlace similar al del fracaso de la siembra del año pasado. La escasez de semillas, de fertilizantes y de agroquímicos, es la consecuencia directa de la monopolización del agrocomercio y de las divisas por parte del gobierno. Esta grave situación y la paralización de la maquinaria por falta de repuestos y combustible, marcarán el fracaso de ambos ciclos de siembra de este año, agravando aún más la situación de escasez y carestía de los alimentos.

El año pasado la producción nacional de materia prima para la agroindustria, solo pudo cubrir un veinte por ciento de las necesidades requeridas para la fabricación de piensos y de alimentos. A pesar de la caída del consumo de nuestra población, esta producción apenas alcanzó para menos de noventa días de manufactura de harina de maíz, arroz, azúcar y piensos para pollos, gallinas y cerdos, fabricados principalmente a base de maíz amarillo, sorgo y soya que son necesarios para que haya oferta de huevos, carne de pollo, de cerdo y sus productos derivados.

La debacle agrícola de este año aumentará la crisis humanitaria que estamos padeciendo y puede convertirse en emergencia humanitaria. Por lo tanto, nuestro país reclama un cambio de gobierno producto de unas elecciones limpias, que asuma con urgencia, medidas dirigidas a solucionar el abastecimiento de alimentos a corto y mediano plazo.

Pero es fundamental la consolidación de un plan agroalimentario que nos garantice el pleno abastecimiento de forma permanente.

Un modelo moderno de abastecimiento de alimentos, que nos garantice la Seguridad Alimentaria, debe estar fundamentado en la concertación de los planes de producción, con todos los integrantes de los circuitos agroalimentarios. Esta concertación solo puede darse, si garantizamos reglas claras para el desarrollo de la actividad productiva y eso solo se logra garantizando la seguridad jurídica, que estimule la inversión privada para aumentar la producción y la productividad.

Si garantizamos la seguridad jurídica, convertimos la producción de alimentos en una actividad rentable. Cuando una actividad económica es rentable, atrae el flujo de inversión financiera sin necesidad de obligar a la banca a invertir. Con reglas claras y proyectos racionales de producción, estaremos en el foco de la inversión financiera internacional, dispuesta a financiar tecnología e infraestructura para nuestro desarrollo agroalimentario.

Ésta es la garantía de una verdadera soberanía para una nación. Necesitamos un gobierno que interprete todo esto, necesitamos cambiar este gobierno.

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