La Venezuela agropecuaria, que al mundo deseo mostrar

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Ing. Agr. M. Sc. Werner Gutiérrez Ferrer
Profesor y Ex Decano de la Facultad de Agronomía de LUZ
@WernerGutierrez

Tal cual lo habíamos advertido al inicio del 2019, ya culminado el ciclo de siembra de invierno, presenciamos el peor año del sector agropecuario venezolano. En principio nos invade una incontrolable rabia e impotencia cuando al recorrer los campos en otrora cubiertos de maíz, arroz y caña de azúcar, ver que hoy tristes se han quedado, arropados por la maleza, alejando de ellos, durante un año más, la posibilidad cierta de generar los alimentos requeridos en nuestros hogares.

Sólo en el municipio Turén del estado Portuguesa, entidad que históricamente ha sido una de las más grandes productoras de granos del país, se estima que el 80% de sus tierras no fueron sembradas. En maíz, este estado, principal centro cerealero nacional, apenas alcanza 55 mil hectáreas sembradas de las 200 mil logradas en el pasado.

Nuestros campos están cubiertos de llantos, los caminos invadidos por el eco ensordecedor del lamento injusto de mi gente, los paisajes son bañados por vientos que a su paso sólo arrastran desconcierto, alertándonos con traer tempestades, de no ocurrir un urgente cambio de rumbo en el modelo político, económico y agrícola venezolano.

Sin embargo, reflexionamos y comprendemos que no hay tiempo para la queja estéril, no hay espacio posible para el azaroso desgano, tenemos la obligación de seguir adelante mientras en cada amanecer existan miles de honestos trabajadores venezolanos dedicados al ordeño con pasión y esmero de las ubres de sus rebaños, y el campesino aferrado a su escardilla continúe derramando esfuerzos, esperanzados todos en un país distinto, en una mejor cosecha.

Me mantengo dentro de esa Venezuela positiva y optimista, la que celebra y apuesta a la conjunción de esfuerzos de profesionales, gremios agropecuarios, empresarios, académicos y sector político que procuran la construcción de un país agrícola alternativo, posible y creíble, capaz no sólo de satisfacer las necesidades nutricionales de su población, sino de convertir al sector en fuente importante de ingreso de divisas, consolidándose como base fundamental para alcanzar la diversificación de nuestra economía, y el bienestar sostenible de la ruralidad nacional.

Continuo en la misma ruta de la Venezuela ganadera apegada a los verdaderos intereses nacionales que recientemente me otorgo el privilegio de ser parte protagónica de la 55 Asamblea Anual de la Federación Nacional de Ganaderos (FEDENAGA) realizada en Maracaibo, escenario en el cual se dieron cita 300 personas en representación de 14 de los 17 estados en los cuales existe una importante actividad agropecuaria.

Más de 40 asociaciones base se colocaron de pie ante la adversidad para ratificarle al país su compromiso indisoluble de continuar “asumiendo retos y superando desafíos” para llevar carne, leche y queso a la familia venezolana. De su seno, recogimos un valioso documento que compila las propuestas de los asistentes para el Plan Ganadero Nacional, y el Plan País Agroalimentario, que Dios mediante pronto estará dirigiendo los destinos del sector, en un ambiente democrático y de libertad.

Necesario es resaltar también la realización de la Asamblea Anual de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (FEDEAGRO) en la ciudad de Caracas, bajo el slogan “El reto: disponibilidad, acceso y calidad de los alimentos”. Desde este escenario surgió la “Declaración de Caracas” en la cual se denuncia el “colapso de la agricultura ante la indiferencia gubernamental”, no obstante, “renuevan la fe en la recuperación del sector” confiando en la gallardía y empeño demostrado por nuestros agricultores.

Insistiré, las veces que sea necesario, en apoyar, acompañar y describirle al mundo entero, hermosas iniciativas como la desarrollada desde el Fondo para el desarrollo de la Soya (FONDESOYA) en el municipio Turén, zona que junto a otras regiones del país despuntan en el cultivo de esta leguminosa.

Realmente fue contagioso el ambiente que percibí en el Día de Campo realizado en la finca del amigo productor y expresidente de FEDEAGRO, Tony Pestana, teniendo como objetivo, según sus palabras, el “compartir sin mezquindad las experiencias exitosas, y relatar las prácticas no tan favorables”, que han tenido en el cultivo de la soya. Quedó demostrado que nos sobran potencialidades y talentos para lograr sustituir totalmente las importaciones de este rubro, alcanzando una soya 100 % venezolana gracias a un digno equipo de productores, profesionales, gremios y empresarios.

A quienes me preguntan si en Venezuela hay futuro, a aquellos que sumidos en el desconcierto me consultan a dónde vamos, a los periodistas amigos de países hermanos que apelan a mis relatos para conocer la enorme resiliencia del sector agropecuario nacional, les digo que esta es ella, la verdadera Venezuela agropecuaria, la que no se rinde, ni se amilana, la de horizontes infinitos, impregnada de fortalezas naturales en 50 millones de hectáreas de tierras dispuestas para el sostenimiento de la producción agrícola vegetal, animal, forestal y acuícola.

Esa Venezuela está colmada de hombres y mujeres hechizados por su riquezas, cien por ciento comprometidos, negados a renunciar al privilegio que representa el trabajo digno dedicado a llevar alimentos a los hogares venezolanos, y conscientes que para ello debemos dejar a un lado el miedo y el conformismo.

Esta tierra, esa gente, este país, que a pesar de atravesar el peor año de su historia, continúa pincelando un futuro distinto, es la Venezuela agropecuaria que al mundo deseo mostrar. Ojalá pronto, ustedes mis estimados lectores, tuviesen la dicha de respirar sus campos y costumbres; de impregnarse del empeño y trabajo arduo que se desborda en el arreo, en una madrugada de ordeño y en las infinitas jornadas de siembra. Espero pronto en un nuevo y colorido amanecer, poder contagiarlos de la satisfacción y la sonrisa de alegría al cosechar con nuestras manos el fruto del esfuerzo de cientos de venezolanos de noble corazón, y alma inquebrantable. ¡Si se puede!

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