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«En Siria, antes del comienzo de la guerra en 2011, se producían unos cuatro millones de toneladas de trigo al año. Hoy, se producen 1,5 millones». Dominique Burgeon, jefe de emergencias de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), lanza el dato y a continuación una reflexión. «Se puede ver como un desastre, que lo es. Pero también se puede pensar: ‘con todo lo que ha pasado, ¿y aún así son capaces de producir 1,5 millones de toneladas de trigo al año?».
Para Burgeon, los agricultores y ganaderos de este país, donde se estima que hace 8.000 años la humanidad comenzó a domesticar sus animales y a aplicar técnicas modernas de cultivo de vegetales, han demostrado una resistencia enorme para sobreponerse a las dificultades. Y si muchos de ellos sobreviven y no han engrosado las listas de desplazados internos o refugiados, es gracias a que siguen produciendo en las peores condiciones de conflicto y con escasez de agua. En un país con 6,1 millones de sus más de 22 millones de habitantes forzados a abandonar sus hogares, en 2015 el número de habitantes de las zonas rurales aún alcanzaba el 58%. Y en esa Siria rural, a pesar de todo, tres de cada cuatro hogares todavía producen parte de lo que comen.

«Es una de las pocas actividades económicas que siguen en funcionamiento», destaca Burgeon. La FAO ha presentado este lunes un informe en el que resalta que, a pesar de que muchos siguen cultivando o cuidando animales, la caída de la producción y la falta de acceso a mercados provoca que el 90% de los habitantes de zonas rurales gastan más de la mitad de sus ingresos en comer. Esto es, no les queda dinero para medicinas o educación, pero tampoco para comprar semillas o fertilizantes para la próxima cosecha, o vacunas y pienso para el ganado.

Cuando eso ocurre, todos estos hogares rurales que se esfuerzan para resistir los embates de la guerra pierden su débil sustento. Y pueden pasar a depender también de la asistencia alimentaria, como todos los desplazados y refugiados que ya no tienen animales o tierra que arar. «Ya se gastan miles de millones cada año en llevar comida a quienes lo necesitan», advierte Burgeon. Esa necesidad, si el sector agrícola rural termina de colapsar, podría multiplicarse.

Por eso, los autores del estudio, que ha recogido las opiniones de más de 3.500 familias en 61 de los 65 distritos del país, además de datos técnicos y estadísticos, llaman a invertir más y cuanto antes en llevar los medios para que la actividad agrícola pueda continuar. «Cuanto más hagamos ahora, más esfuerzos estaremos ahorrando para el futuro», insiste Burgeon.

Apostar por llevar herramientas, semillas y material para la producción hará que haya más comida disponible, con lo que se reducirá el gasto en asistencia alimentaria a medio y largo plazo. «Llevar una tonelada de alimento producido en Siria a quienes lo necesitan en campamentos o zonas aisladas cuesta mucho menos que importar esa comida de otro país, incluso con las dificultades de transporte interno», opina el experto de la FAO. Y también generará empleo y oportunidades para quedarse en el campo. De lo contrario, los desplazamientos internos y las migraciones solo seguirán creciendo, advierte.

El Pais

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